Generaciones

Por Fernando Díaz

“Las cosas siempre se han hecho de una manera”. “Nosotros tenemos una experiencia probada”. Frases como éstas se escucha a menudo en el trabajo, en grupos de amigos y en la familia. Es el discurso de defensa de las generaciones con más años de circo.

Hoy nuestro país ha visto como una nueva generación de jóvenes políticos ha desplazado a la generación que abrió el paso a la democracia. Un dilema que enfrenta esta nueva generación es qué y cuánto vale la pena tomar de los más viejos. Una tentación es la refundación. ¿Por qué no hacerlo todo de nuevo si las fórmulas de antaño ya no sirven ante los desafíos del nuevo Chile?

Este duelo intergeneracional está presente también en las empresas y las organizaciones de todo tipo. Durante años ha habido una distancia que separa a las generaciones, manteniéndolas en mundos paralelos que no se reconocen. La forma de abordar esta tensión seguramente será decisiva para el futuro que construimos entre todas y todos.

Una pista es reconocer tanto valor de la experiencia como la fuerza renovadora de los más jóvenes. Los viejos pueden escuchar y aprender del aire nuevo que trae consigo la juventud. Con su cargamento de preguntas y a veces de dogmas, su rebeldía frente a lo establecido. Su mirada fresca para analizar los problemas y capacidad para aprender. Su fuerza para enfrentar grandes desafíos como el cambio climático. Y también su permiso para aprender de los errores y probar nuevos caminos.

Los jóvenes pueden aprender de la visión de los viejos que tienen a su haber “contar con carrete”, y las lecciones aprendidas de experiencias fracasadas y de otras exitosas. Su visión frente a dilemas actuales basado muchas veces en el aprendizaje y el error. Ese aprendizaje no debería ser desechable ni desechado ya que permite extraer lecciones para el presente.

Pero, para todo lo anterior no basta un deber ser. Se necesita una genuina voluntad de escucharse. Un valorar que somos distintos y que nos necesitamos. Se requiere dar pasos cotidianos para relacionarnos. Necesitamos aprender de relaciones no jerárquicas, donde la autoridad no proviene de la antigüedad, sino que de la sabiduría que vamos gestando entre todos en la mutua aceptación de las diferencias.

Tenemos hoy día, la oportunidad de abrir paso a la colaboración entre generaciones que han vivido contextos históricos muy diferentes. Todo lo dicho no niega que los conflictos seguirán y que deberemos enfrentarlos. No obstante, lo que está en juego es la capacidad de aprender de los otros y de convertir la disputa generacional en una cooperación que nos permita construir país.